lunes, 5 de abril de 2010

Volver a tocar a la raíz

De lobos semejantes a los de la foto descienden nuestros perros, desde el San Bernardo hasta el Lhasa Apso: los llamados “mejores amigos del hombre”, con los que llevamos conviviendo unos catorce mil años.


Se podría decir que los perros, igual que otros animales que aceptaron la simbiosis con nosotros, tuvieron relativa buena suerte. En cambio, sus primos, que permanecieron sin domesticar en su ambiente natural, ajenos y a menudo en conflicto con un hombre cada vez más alienado de la naturaleza, han pagado un precio desorbitado por ello: su exterminio casi total.


Con el ser humano y los animales, a veces parece cierta la frase de que “quien no está conmigo está contra mí”. Por mucho que a unos los llamemos civilizados y a otros salvajes, ¿cuál de los dos es en realidad el más feroz y destructivo?


Sin embargo, todos –lobos, humanos y perros, gatos, canarios y peces de colores– vibramos con la misma fuerza de vida mientras compartimos nuestro breve paso por en este planeta. En esa fuente, que es común a nuestras diversas naturalezas, podemos encontrar la clave que nos permita una relación más armoniosa y equilibrada con los animales que hemos puesto bajo nuestro cuidado y con todos los seres vivos de este mundo precioso, amenazado por la insensatez de su mayor depredador.


Es algo que conviene tener presente en nuestro trato con todos los animales, sobre todo los de compañía: ¿hasta qué punto hacemos violencia a su propia naturaleza cuando nos esforzamos por encajarlos en nuestros esquemas de vida moderna?



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