martes, 6 de abril de 2010

¿Qué he hecho yo para merecer esto?

¿Por qué escribo sobre los animales de compañía? Porque desde pequeño he vivido con ellos y me inspiran cercanía y familiaridad. Y también porque me doy cuenta de algunos errores que he cometido en el pasado al tratarlos de manera poco adecuada para sus intereses naturales.


¿Qué es en realidad un animal de compañía? Es, ante todo, un ser vivo, con todo lo que eso significa; que lo tengamos para hacernos compañía o por otro motivo práctico debería ser secundario. No importa cuál sea su utilidad para nosotros, todo animal tiene una naturaleza que hay que respetar; no es un peluche ni un simple instrumento de nuestro capricho.


Hay algunas normas básicas que procuro mantener respecto de los animales de compañía:


1) No abandonar nunca a un animal que esté a nuestro cuidado


Este mundo que hemos creado entre todos es una trampa para los animales. Es como si nosotros, que en la alegoría bíblica fuimos expulsados del paraíso, hubiéramos vuelto a él como extraños para colonizarlo y urbanizarlo con monstruosos bloques de apartamentos, autopistas, tráfico alocado, ruido, contaminación y peligros por todas partes: un desierto electrificado de ladrillos y asfalto sin vida.


Por otra parte, el trato que solemos dispensar a nuestras mascotas, al menos en las grandes ciudades, las aleja de su propia naturaleza incluso si es bienintencionado, ya que debilita sus recursos propios y las hace dependientes. Si, después de eso, las abandonamos y las echamos al infierno “civilizado” en que hemos convertido nuestro antiguo hábitat común, las estamos dejando doblemente desamparadas.


2) Intentar rescatar a los animales perdidos o abandonados


Si se encuentra un animal perdido o abandonado (lo más frecuente es que sea un perro), ver si podemos ganarnos su confianza para llevarlo al veterinario más cercano. Hay que tener cuidado, porque no todos los perros responden por igual y si se trata de un ejemplar asustado es posible que reaccione de forma agresiva. En España, todos los perros deben llevar por ley un “chip” bajo la piel, cerca de la nuca, con los datos de contacto de su dueño; los veterinarios disponen de aparatos que pueden leer esos chips para avisar que vengan a recogerlo.


3) Mejor adoptar que comprar


Personalmente, yo no compraría nunca un animal. Lo hice una vez en el pasado y creo que fue un error. Hay miles disponibles para adopción en las sociedades protectoras de animales y en las perreras municipales, muchos de ellos camino de la muerte si no aparece alguien que los adopte pronto. En la barra lateral del blog podéis encontrar las direcciones de algunas de estas sociedades; si sabéis de alguna que no figure en la lista y realice una buena labor, que me avise y la incluiré.


En mi experiencia, los perros que no son de raza pura sino mestizos suelen resultar más saludables que los que se han criado intensivamente y de forma endogámica para destacar algunas características apreciadas en el mercado. Además, los perros adoptados a menudo son extraordinariamente fieles a sus dueños adoptivos, como si supieran intuitivamente que los han indultado de una muerte segura.


Tratar bien a los animales no es cuestión de sentir que somos buenas personas. Es algo que debería ser natural para nosotros, porque es parte de nuestro privilegio como seres humanos: cuidar y custodiar la magnífica panoplia de formas de vida que alberga la tierra, procurando su supervivencia siempre que no esté en conflicto con la nuestra. Que no estemos haciendo un gran papel colectivamente no quiere decir que no debamos intentarlo cada uno con todas nuestras fuerzas. En este camino de ayudar a otros seres vivientes, estamos ayudando a nuestra propia humanidad a recobrar su dignidad olvidada.


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