lunes, 12 de abril de 2010

Captar la vida al vuelo


Al hilo de la entrada anterior sobre la costumbre de disecar animales como trofeos, recuerdo que el Huahujing dice:


El Dao hace surgir todas las formas, pero él mismo no tiene forma.
Si intentas representar su imagen en tu mente, lo perderás.
Es como clavar una mariposa con un alfiler: se capta la cáscara, pero se pierde el vuelo.
¿Por qué no contentarse simplemente con vivirlo?


Podemos probar a contestar esa pregunta: ¿por qué no nos contentamos los humanos con simplemente vivir la unidad de toda la vida en vez de coleccionar cadáveres como tristes testimonios de nuestra incapacidad de conectar ella?


El caso de los animales disecados es un ejemplo extremo, pero la misma “desconexión” puede explicar por qué maltratamos a mascotas o hacemos bonsais –dos ejemplos de violencia humana más o menos sutil contra las condiciones naturales que sustentan a algunos organismos vivos de este planeta.


Desde la perspectiva del Dharma, la respuesta es clara: porque nos hemos acostumbrado a acumular cosas para mitigar nuestra sensación de inseguridad y sinsentido vital, estamos poseídos por la inercia del menor esfuerzo, y además nos sentimos con derecho a despreciar y violar la naturaleza y desarrollo natural de todo lo que no encaje con nuestras estrechas miras y proyectos. ¿O es que no somos los amos y señores de la creación?


El resultado es que, estando como estamos, “simplemente” vivir esa experiencia de unidad no parece nada simple... pero nada en absoluto. Así que nos echamos otra vez en brazos de nuestros hábitos malsanos, con mala conciencia quizá, pero sin una idea clara de cuáles pueden ser las alternativas.


En el fondo, ¿no es esa añorada cercanía a la vida natural lo que explica la costumbre humana de domesticar a ciertos seres vivos para que nos hagan compañía? ¿Estamos seguros de que, al hacerlo, estamos respetando de verdad la naturaleza del animal o de la planta en cuestión? Lo contrario equivaldría a tomar rehenes de la naturaleza para satisfacer carencias propias, cuando mejor podríamos resolver esa carencia yendo a sus causas, en vez de coleccionando sucedáneos paliativos.


Lo asombroso de verdad es que, a pesar de todas las tropelías que hemos cometido y seguimos cometiendo contra ella, la naturaleza sigue ofreciéndonos sus puertas abiertas. Sólo hace falta tener la suficiente humildad para reconocer las raíces comunes que nos unen con toda la vida del planeta. Nuestro potencial es entrar en comunión con ella, atravesando su desconcertante revoltijo de supervivencia y muerte, creación y destrucción, aparente crueldad, indiferencia y falta de sentido, para sentir su fuerza pura de modo que nos transforme en custodios y guardianes de toda la vida, sean cuales sean sus formas.


PD: Sé que esta entrada me ha salido muy cognitiva, pero la envío de todas formas como muestra de las dificultades que estoy teniendo para encontrarle el punto a las prácticas de Shén.


A veces tengo la impresión de que este blog es como una herida purulenta: al abrirla, primero sale el pus cognitivo, pero mi esperanza es que la sangre de las experiencias no cognitivas que vaya saliendo luego lave la herida y favorezca la curación correcta.

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