viernes, 2 de abril de 2010

Dedicatoria

Somos humanos. Tú y yo y quienquiera que lea esto. Humanos, de la especie homo sapiens sapiens, la gran triunfadora aparente de la lucha por la supervivencia en el planeta Tierra.

Hemos viajado un largo trecho desde las cuevas y cavernas donde vivieron nuestros antecesores, y un recorrido aún más largo desde los bosques y sabanas africanas que habitaron sus antepasados homínidos.

Por el camino, hemos aprendido a sobreponernos a todo tipo de dificultades: climas hostiles, sequías e inundaciones, terremotos y otros cataclismos naturales, así como la competencia constante durante milenios de otras especies –desde el mamut a los microbios– que amenazaban nuestra supervivencia, no por maldad, sino porque la evolución había puesto sus intereses en conflicto con los nuestros.

Ahora hemos vencido. We are the Champions. Los mamuts se extinguieron hace muchísimo tiempo, los lobos casi han desaparecido por completo y hemos desarrollado remedios eficaces para un gran número de microbios, bacterias y virus.

Desde nuestra posición heredada en la cima de la pirámide de depredadores, paseamos complacidos la mirada sobre el panorama después de la batalla y disfrutamos de nuestro dominio sobre todos los demás seres vivos de este planeta.

Y, sin embargo, ahora que el sol se encamina al ocaso sobre las masas de seres destruidos y sojuzgados por nuestro poder, no podemos evitar una leve zozobra ante las sombras que se ciernen sobre nosotros...

¿Para esto hemos llegado hasta aquí?

Vencimos, pero nos dejamos la unidad con toda la vida en el empeño. ¿Puede haber pérdida mayor?

Somos como un rey déspota y malgastador que se está quedando sin súbditos, al tiempo que lleva su reino con mano firme al agotamiento y la ruina.

Por suerte, algunos de esos “súbditos” no han perdido la disposición a comunicarse con nosotros; son los pocos animales que han aprendido a convivir con el descendiente de los Cromañones.

A través de sus miradas, sus silencios, la dignidad de sus acciones y la perplejidad sin reproches que muestran ante nuestras locuras, nos recuerdan el reino común que una vez compartimos en unidad, el Edén del que ellos nunca salieron.

Son, para muchos, la mejor conexión con la fuerza de la vida que nos mantiene aquí, quintacolumnistas de la esperanza de que algún día volveremos a casa con ellos y con todos nuestros demás compañeros de viaje.

A ellos está dedicado este blog.

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