miércoles, 6 de octubre de 2010

Hay muertes y muertes

Un día de contrastes el de hoy.

Por un lado, leo una de esas noticias que me hacen sentirme manchado de vergüenza e indignación por las barbaridades que hacen algunos miembros de mi especie:

http://www.elpais.com/articulo/espana/meses/carcel/matar/perro/forma/cruel/elpepuesp/20101006elpepunac_18/Tes

Por otro, me sorprende el comportamiento de Aire, la pinscher que adoptamos hace poco, que esta tarde ha estado jugueteando brevemente con una mantis religiosa hasta que la ha destripado con sus patorras. Cuando me he dado cuenta de cuál era el objeto de sus saltos y “caricias”, ya era tarde.

Una vez antes había visto un comportamiento similar en otro animal: Pau, el gato caza-ardillas que vivía simbióticamente en Can Catarí y aledaños, que se entretuvo con un topillo dándole golpes con las zarpas antes de comérselo. Pero Aire no se ha comido a la mantis (y supongo que el paisano ilerdense tampoco se comió a su perro –de hecho, lo dejó agonizando para que muriera solo).

En ambos casos, pues, se trata de muertes gratuitas, en el sentido de que no eran necesarias para la supervivencia del animal que mató al otro. ¿Por qué entonces una me produce repugnancia y la otra sólo una sensación de que se podría haber evitado?

Vamos a examinarlo. ¿Realmente son tan similares ambas formas de matar? A primera vista pueden parecerlo, pero en el fondo no lo son.

El salvaje humano actuó con deliberación sostenida: primero, atando al perro al parachoques, metiéndose en el coche, arrancándolo, acelerando hasta una velocidad imposible para el animal indefenso y manteniendo la tortura un tiempo que calculó suficiente para matarlo por estrangulamiento, contusiones y abrasión; luego, parando el coche, bajándose, soltando del parachoques al perro agonizante, llevándolo junto a una autovía para dejarlo ahí tirado y marcharse –quién sabe si con la satisfacción del deber cumplido.

Probablemente no faltarán vecinos que digan, al enterarse de la noticia, “Pero ¿cómo? ¿El Pep, hacer eso? ¡Qué va! ¡Si es un tío majísimo!”.

Por contra, Aire actuó de manera poco hábil, sí, pero en un sentido radicalmente diferente al energúmeno: con inocencia. Aparte de su habitual espíritu hiperactivo y juguetón, quizá hubiera también curiosidad natural ante algo que no había visto antes. El incidente salió mal para la mantis, pero no hubo maldad porque no hubo intención de dañar o matar.

Hay muertes y muertes, igual que hay matadores y no-matadores (porque no hay identidad).

¿Dónde se pide la nacionalidad canina?

(O de mantis, que al fin y al cabo es lo mismo: todos son ciudadanos de Sinidentistán).

1 comentario:

  1. Yo creo que es incluso más elevado que el concepto de inocencia.
    Quiero decir, que si la identidad es universal y no hay en realidad muchas identidades sino una sola, también lo es para el sentimiento de culpa, y yo cuando veo hacer esas cosas lo que siento es culpa y luego impotencia de no poder pararlo.

    Sinceramente no siento la compasión (al menos en la superficie) porque la compasión se tendría que sentir por la posibilidad del asesino de salir de su ignorancia. Eso sería lo natural. La primera reacción de la identidad es fuerte, si, pero no es esa.

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