martes, 20 de julio de 2010

Malas hierbas


Anoche, por una circunstancia poco habitual, nos encontramos un rato Shandiedang y yo con Shan-jiàn y Sellva delante del local donde viven en Vilafranca.

En un momento dado de nuestra conversación, nos fijamos en unas hierbas silvestres, de esas que convencionalmente se suelen llamar “malas hierbas”, que habían brotado entre el bordillo de la acera y el asfalto y recorrían prácticamente toda la calle desde los contenedores de basura del inicio hasta la pared del fondo.

Como dedujimos rápidamente, las hierbas se beneficiaban del agua que recorría ese borde de la calzada aprovechando su ligera cuesta abajo, como se veía por las marcas que había dejado en el pavimento con el paso del tiempo.

Esa agua era probablemente la que venía del restaurante de la esquina, que vacía en la calle baldes y cubos con el agua sucia de fregar los suelos, preparar los alimentos y limpiar las cocinas.

Pensándolo un momento, me quedó clarísimo cuánta razón tenemos en llamarles “malas” a estas hierbas.

Crecen al lado de la fantástica basura y la cochambre aromática que los buenísimos humanos amontonamos en los contenedores, y a menudo alrededor de ellos también, en plena calle.

Están aprisionadas entre el noble cemento de los bordillos y el espléndido asfalto con el que enmoquetamos la tierra, y se empeñan en romper el orden estéril de líneas y ángulos rectos que tanto nos gusta imponer allá donde vivamos. 

Rompen la armonía de grises urbanos con colores no homologados por nuestro magnífico Ayuntamiento.

Brotan en un exclusivo callejón oscuro donde a menudo apenas luce el sol.

Las regamos con la sublime agua sucia de nuestros baldes y fregonas, llena de productos químicos nocivos para la vida.

Pero ellas, las muy condenadas, se empeñan en asomar la cabeza y seguir viviendo.

Dales un mínimo resquicio, el hueco más inverosímil, y por ahí brotan y se ponen a crecer en silencio, sin protestar ni lamentarse.

Dales las condiciones más desfavorables para que desplieguen su propia naturaleza y ellas siguen dando el 100% de su potencial, sin reservarse nada para tiempos mejores, sin hacerle ningún asco o reproche a nada ni nadie.

¡Malas hierbas, sin duda!

Habrá que darles unos buenos azotes…

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