miércoles, 9 de junio de 2010

Arder


Especulando sobre la fuerza de la vida que me encuentro por todas partes en la naturaleza, se me antoja que es como una llama encendida en un espacio oscuro.

La llama no se ve afectada en la intensidad de su luz o de su calor ya esté encerrada en un armario minúsculo o bien luzca a cielo abierto, en la inmensa oscuridad de una noche sin estrellas.

La llama no se ve afectada por la certeza de que antes o después la vela que la alimenta se agotará y ella misma acabará por extinguirse.

La llama no se ve afectada por su indefensión ante cualquier acto externo que pueda amenzarla o directamente apagarla.

La llama sigue hacendo lo único que sabe hacer, y lo único que importa: arder.

Eso me recuerda un antiguo haiku japonés:

Insectos en una rama
Que flota río abajo
Cantando

Hay algo en esa ecuanimidad ante el precario equilibrio entre vida y muerte que me resulta muy conmovedor…

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