miércoles, 17 de noviembre de 2010

Asombro mutante

El otro día tuve por casualidad un atisbo del “armónico”, por llamarlo de alguna manera, que hay en la experiencia de alegría y asombro ante la naturaleza.

En busca de unos trozos de viga entro en el patio interior que hay en Can Catarí Vell, entre la casa y el corral de los perros –una zona que hacía tiempo que no pisaba. Y ahí, de sopetón, me encuentro de frente con una planta enorme, que había crecido desproporcionadamente en relación con las demás plantas que pueblan ese espacio recogido y casi sin sol.

Al acercarme más para admirar ese pequeño gran prodigio, veo que de sus ramas cuelgan unas vainas largas y estrechas, casi como un cruce entre pimiento verde y puro habano. Así que me acerco más y las inspecciono de cerca –y son alucinantes: están abiertas por su extremo inferior, y por esa abertura se ve el diseño geométrico que forman los pliegues internos de la vaina, mientras que el borde externo de esa “boca” va adornado por varios zarcillos. En mi ignorancia, todo ello toma un aspecto fantástico, casi de ciencia ficción. Es como si estuviera examinando vida extraterrestre.

La absoluta novedad de lo que estaba viendo me tenía sorprendido, la evidente lozanía de la planta me alegraba, pero ahí noté además ese otro elemento… una especie de aprensión, como si no estuviera seguro de que en el fondo esa planta no fuese un engendro mutante y carnívoro que en cualquier instante pudiese abrir unas fauces enormes y devorarme.

Ahí estaban, donde menos me lo esperaba, la alegría, el asombro y… la aprensión. ¡Qué extraña compañía! Pero ahora sé que viajan juntos los tres, cogiditos de la mano.


PD: No tengo fotos de la planta en cuestión, así que incluyo otras para dar una impresión aproximada de la extrañeza que me provocó.

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