sábado, 3 de diciembre de 2011

Flores de tierra

Como cada año tras las lluvias y los primeros fríos del otoño, las setas vuelven a aparecer en Can Catarí y sus alrededores.

Igual que en otras ocasiones, lo hacen acompañadas por otro tipo de fenómenos, que brotan con fuerza bajo nuestros pies cada vez que cae agua del cielo. 

Son los hormigueros, que surgen como flores de tierra en lugares insospechados: flores sin vida propia, pero señal de que hay vida bajo la superficie, combatiendo a su manera contra los rigores del clima.

Mirando estas flores de tierra no puedo dejar de admirar su simetría irregular y orgánica. Cada grano de tierra o arena que las forma lo ha transportado una hormiga que no sabía nada ni pensaba nada ni tenía plan maestro alguno más allá de seguir su impulso natural, sin deseos, sin expectativas, sin desaliento cuando vienen nuevas lluvias y se llevan por delante lo que tan laboriosamente ha construido.

A pesar de ello, es evidente que hay una inteligencia ahí, que no tocamos directamente sino que solo apreciamos por medio de sus consecuencias.

Paradójicamente, la engañosa ignorancia de las hormigas que construyen el hormiguero produce un resultado colectivo que armoniza y justifica cada esfuerzo individual aparentemente ciego. No he visto ni un hormiguero que pueda considerar feo, ni mejor o peor que otros. Son lo que son: nidos de hormigas que cumplen su función natural y nada más.

Luego pienso en nuestras ciudades humanas, diseñadas entre prestigiosos políticos, financieros, arquitectos, urbanistas, constructores y promotores –cada uno con su inteligencia, sus títulos y cualificaciones, sus planes miopes o visionarios, sus razones y excusas– y el resultado final a menudo es un caos cacofónico y venenoso. 


¿Por qué el resultado colectivo es superior a la suma de las partes en un caso y tan inferior en otro?

¿Qué es lo que tienen las hormigas que nosotros no tenemos?

¿Acaso lo tuvimos en algún momento y lo perdimos?

¿Es posible recuperarlo?

Todas estas preguntas me vienen a la mente tras mirar unos simples hormigueros.

Pensándolo bien, quizá estas flores de tierra no sean tan estériles después de todo si son capaces de provocar una reflexión que nos ponga en la senda de recuperar nuestra propia naturaleza, el camino de vuelta a casa –una casa sin lujos ni pretensiones, pero suficiente para albergar nuestra humanidad recobrada.




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